Capítulo 1
Hoy me miro al espejo y no me reconozco, examino mi rostro y me pregunto por qué tengo dos ojos, dos orejas, una nariz y una boca. Me sigo observando con mis ojos marrones. Es como si mi cuerpo no me perteneciera. Estoy cansada de creerme diferente a todos y no entender el por qué.
–Daniela, ¿Cuándo sales del baño?, tengo que hacer pis -insiste mi hermano pequeño. Le abro la puerta enseguida.
-Luis, corre, que no quiero ser la culpable de que te mojes el pantalón -le digo aguantándome la risa.
Me sonríe y entra corriendo. Tiene 5 años, es rubio como su padre y muy inteligente. Nos llevamos bastantes años. Mi madre me tuvo muy joven, con solo diecisiete años. Después de un divorcio complicado, encontró a una pareja que le dio la estabilidad que necesitaba. Decidieron tener un hijo y la verdad que a mí me vino bien tener alguien con quien compartir mis juegos infantiles.
Me dejo caer en el sofá, pongo la tele pero llega Luis y me quita el mando para poner como siempre los dibujos.
-Luis, déjame ver a mí lo que quiera, siempre estás con los dichosos dibujos, ya terminé de estudiar (anda)… -le increpo
-Vale, pero me contaras un cuento, ¿verdad? -Me pregunta mientras me pone cara de bueno.
-Te lo prometo -le digo, aunque seguramente se quede dormido antes de que nos demos cuenta.
Luis se acurruca a mi lado y se le van cerrando los ojitos. Lo observo, no puedo evitarlo, y pienso otra vez en que es un ser perfecto, con su carita tan tierna y su cuerpecito. Me asombra cómo pienso, reparo de que en este momento no me siento… ¿cómo decirlo?, humana. Mi madre me saca de mis pensamientos.
-Daniela, te quedas embobada mirando a Luis, ha tenido mucha suerte con tenerte como hermana. Hace tiempo que no hablamos. Entre el trabajo, la casa y el peque no te atiendo como debería. ¿Qué tal te van los exámenes?, no sé cómo pudiste al final decantarte por la carrera de medicina. Yo te veía más en educación infantil, pero sabes que nunca me voy a meter en tus preferencias académicas -me dice casi sin aliento.
-Mamá, me guío por mi instinto y algo me dice que haciendo esta carrera puedo ayudar a mucha gente, que es lo que verdaderamente me motiva. Obtuve la nota para poder optar a esta carrera y no voy a desaprovecharla -le digo lo más sincera posible, pero sé que le preocupa mucho que me pueda equivocar en mi decisión. Su manera de pensar no es la mía, simplemente su mente está programada para ser como es. Otra vez empiezo con mis paranoias. ¿Qué me pasa?, estoy a punto de contarle todas estas inquietudes a mi madre pero algo me dice que no es buena idea, así que me reprimo. Normalmente no suele meterse mucho en mis cosas, pero me pone límites. Tiene miedo de que me quede embarazada, como ella, aunque yo ya tengo veinte años. Le agradezco mucho que no me pusiera su nombre. Se llama Luisa. Es una mujer hermosa, se cuida y eso se nota. Espero, que cuando tenga su edad, me conserve como ella. No parece que haya tenido dos hijos.
-Daniela ¿hay algo que me quieras contar? Intuyo que me ocultas algo, ¿tal vez un novio?
-pregunta sonriendo.
-No -le digo tajante-, ya sabes que no me preocupa ese tema por ahora, me lo paso bien con mis dos mejores amigas. Por cierto, después de las notas finales los padres de Raquel me han invitado a ir unos días a Galicia. Quería preguntarte si me dejarías acompañarles. También viene Vero.
-¿Y dónde os quedáis? Tendré que darte dinero para pagarte el hotel y la comida ¿no? -me pregunta indecisa.
-¿Eso quiere decir que puedo ir? -Pregunto con entusiasmo, tanto que casi despierto a Luis.
-Sí, cariño, claro que puedes ir. No me gusta pero tengo que dejarte. Siempre estás cuidando de Luis, llevas tus estudios adelante y no me das muchos quebraderos de cabeza, a excepción de aquella vez que me engañaste y te fuiste con Vero a aquella horrible discoteca... Átala bien corta que ya sabes que te lleva siempre a su territorio y no me gusta -dice frunciendo el ceño.
-Voy a llevar a Luis a la cama, y me voy a quedar en mi cuarto para informar a Raquel y a Vero.
Estoy eufórica, empiezo a sentirme otra vez humana con todas las ilusiones y pensamientos de una joven de mi edad y por un momento me olvido de todo. Vuelvo a ser una chica normal.
Entro al dormitorio de Luis y lo acuesto en su cama con forma de coche que yo misma ayudé a pintar de rojo. Es su color preferido. Le dejo la luz pequeña encendida para que no tenga miedo y me dirijo a mi cuarto con una sonrisa de oreja a oreja. Nunca pensé que una decisión así me hiciera tan feliz. Voy a salir con mis mejores amigas, sin tener que estar pendiente de llegar a un horario a no ser que los padres de Raquel nos impongan alguno. Ellos son mucho más estrictos que mi madre, así que no estaremos tan bien como creemos. Enciendo mi ordenador y accedo a Facebook para ver quién está conectado. Todavía es pronto, solo son las nueve y media de la noche. Vero está conectada, como siempre. Le escribo rápidamente por privado y le digo que mi madre me da su autorización para ir a Galicia.
¡No me digas! Eso está genial Daniela, lo vamos a pasar en grande.
Ha sido una sorpresa. No me lo esperaba
Ni yo… pensaba que te diría que no, es tan protectora….
Bueno y ¿qué nos llevamos de ropa?
Allí suele llover pero como es a finales de junio pues supongo que hará calor.
Si se conecta Raquel se lo decimos. Ahora hay que sacar los finales para no tener que estudiar en verano.
Va a ser una semana estupenda, esperemos que los padres de Raquel nos dejen un poco a nuestro aire.
Seguro que sí, Raquel me comentó que nos hospedaremos en dos casas rurales. Una para nosotras solas.
¿Si? Qué alegría Vero, y luego en Julio celebraremos mi 21 cumpleaños por todo lo alto, que ganitas
Vaya fiestón que vamos a montar invitaremos a los chicos también.
Bueno, te dejo Vero, voy a seguir estudiando. Mañana nos vemos en clase, chao.
Apago el ordenador, lo pongo en la estantería y me siento en la silla del escritorio. Busco mis apuntes de anatomía para estudiar, pero con tanta emoción me cuesta cogerle el hilo, así que me tumbo en la cama para intentar relajar la mente. Siempre que estoy nerviosa miro al techo fijamente, busco un punto de referencia para centrarme. Cierro los ojos, respiro lentamente solo por la nariz, intento no pensar en nada… pero siempre vuelve la misma imagen de un planeta rojo. Últimamente es cada vez más frecuente. Intento apartarlo de mi pensamiento. Lo consigo y me relajo totalmente. Parece que salgo de mi ser físico, es como si solo fuera energía. No hay cuerpo, no percibo mis dedos de la mano, tampoco intento moverlos, incluso se me olvida respirar. Recuerdo una imagen mía de pequeña en la que estoy con mi madre colocando la ropa en el armario, este es blanco con dos espejos bastante grandes, tendría unos seis años. La ayudo a doblar la ropa. De pronto miro hacia arriba y me diviso a mi misma, es algo extraño que aún hoy no puedo explicar, es como si me hubiera desdoblado y pudiera observarme desde diferentes ángulos. Mi madre me mira contrariada y me saca de ese trance llamándome por mi nombre. Vuelvo en mí. No estoy completa, me falta algo, no encajo en este planeta que llamamos Tierra. Soy consciente de que soy diferente a todos, tengo una familia que me quiere y unas amigas maravillosas, pero algo no cuadra y no sé qué es. Tal vez me esté volviendo loca. ¿Por qué tengo que sentir esta presión? Es como si debiera estar o existir pero en un plano diferente. Me levanto de la cama lentamente y me siento en mi silla para ponerme a estudiar, enciendo el flexo de la mesa, miro los apuntes, me concentro y ahora sí, estoy lista para recoger información. Funciono como un ordenador, solo hay que absorber los datos que quiero y retenerlos en mi cerebro dividiéndolos en diferentes departamentos. Creo que estos pensamientos no son normales, pero bueno, (me consuelo), tal vez no sea la única persona que piensa de esta manera, algún día encontraré a alguien con quien poder compartirlos. Han pasado ya dos horas. Es muy tarde y decido volver a la cama para dormir. Pronto entro en un sueño profundo.
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